El Cuento

Todo empezó cuando mi esposa Adriana, mis dos hijos y yo nos mudamos a los Estados Unidos, transferidos por disposicion de la empresa petrolera donde trabajaba en Venezuela. La mudanza que inicialmente se concibió como un corto período se transformó en permanencia y ya va en sus 23 años. El paso del tiempo aumentó la añoranza diaria de aquellas cosas, que además de la familia, solo conseguíamos cuando íbamos de visita a nuestra natal Venezuela. En ese entonces nos moríamos por un pedacito de queso guayanés, un buen casabe, las hojas para hacer hallacas, la malta para los muchachos, inclusive la harina Pan que solo se conseguía de vez en cuando en las tiendas de Tulsa, Oklahoma.
En ese entonces era típico oír a mi esposa lamentar la ausencia de un buen ají dulce venezolano para sazonar sus caraotas negras y yo protestaba cuando el sancocho venía sin ese sabor y ese aroma. Con el tiempo y la globalización del comercio, todos esos ingredientes típicos que no conseguíamos se hicieron gradualmente disponibles mucho más en Houston a donde nos mudamos en el 2004… Todo menos el bendito ají dulce.
Mi necesidad la convertí en acción e intenté conseguirlo en los mercados hispanos, internet, en todas partes… Siempre con el frustrante resultado de no conseguirlo.
Hasta que providencialmente se apareció una amiga con unas semillas presuntamente de aji dulce y aquello fue como recibir un cargamento de oro y esperanza. Con muchísimo cuidado seleccioné y sembre las semillas en el patio de mi casa, con el sueno de tener mi propia siembra y disponibilidad permanente de ají dulce. Cuatro meses despues empezaron a salir los ajies y al madurarse, los sometimos a la prueba de un buen guiso... para nuevamente impregnar nuestra casa con aquel elusivo aroma familiar.
El experimento fue exitoso: mi conuquito produjo unos ajíes grandes y aromáticos que la tierra arcillosa de Texas supo promover, emulando la tierra donde se producen los mejores ajíes dulces del mundo: la Isla de Margarita en el noreste de Venezuela.
Todo iba muy bien, incluyendo lo echón que me ponía al aparecerme con una muestra de ají dulce en la casa de un pana venezolano, o con una matica que resulto ser uno de los regalos mas preciados que pudiera ofrecer. Pero faltaba algo… el asunto no estaba completo… hasta que precisamente en casa de un amigo venezolano, agarramos el cuatro y nos pusimos a cantar esa canción que nos pone a llorar a todos los venezolanos titulada “Venezuela”.
“Llevo tu luz y tu aroma en mi piel, y el cuatro en el corazón…”
Entonces me vino clarito: los venezolanos que por una u otra razón vivíamos fuera del país llevábamos la luz dentro de nosotros, el cuatro forma parte de nuestro equipaje a donde ibamos, pero el aroma del país, el aroma del ají dulce no estaba disponible para nosotros. A partir de allí empecé a soñar con poner el aroma en las mesas de los expatriados y así fué como surgío nuestra empresa EarthVen (Tierra Venezolana) y la marca Ají Dulce Margarita, con la visión de traerle ese aroma venezolano a los paisanos y convencer al mercado culinario de los Estados Unidos de las múltiples potencialidades gastronómicas del ají dulce.
La siembra a escala mayor ha avanzado a pesar de los desaciertos iniciales, ya que por aquí no conocen las particularidades de sembrar, cuidar y producir este tipo de ají. Pero como dice la canción “…ahí vamos” cada día aprendiendo y posicionándonos para traer el aroma de nuestra querida Venezuela.
Buen Provecho!